De cómo depurar el Planeta Natal

Ese momento en el que la hora que es no parece importarle a nadie. Vais viajando solos en un espacio conocido que es vuestro hogar y que ahora se siente igual de vacío que lo que hay fuera. Las paredes de este espacio son las mismas, pasen los segundos que pasen. 

Solo estáis tu nave y tú, viajando por el vacío de vuestro universo.

Así supongo que os sentís muchos estos días allá por el Planeta Natal.  Parece que la Tierra ha elegido depurarse. Darle un respiro a la atmósfera, a los gases, a los líquidos y a los sólidos. A los animales y a los espacios abiertos. Al aire, al cielo. A las estrellas y al resto de planetas que observan en silencio el lento y joven transcurso de nuestra vida planetaria.

Nos han castigado en casa. Confinados en la nave a viajar a muchos kilómetros en un espacio-tiempo infinitos. Interminables.

¿Veis ahora la importancia de estar a gusto con nuestra nave? Decorar sus paredes, estar informados de los movimientos internos de la misma, de las rutas espaciales que escogéis, de las ondas gravitacionales que pueden cambiar nuestras rutas, de los remolinos que los carga el diablo cósmico, de las lluvias de asteroides, del té de las cinco y de las lecturas para seguir nutriendo un viaje largo.

Efectivamente, algunos no queríais mirar dentro. Ni fuera. Las consecuencias de no saber pilotar tu nave son bastante incapacitantes. Nos han obligado en estos días a ser astronautas para proteger el Planeta Natal. Estamos cumpliendo, pero aquellos humanos que no saben pilotar una nave están teniendo serios problemas para poder tener un viaje seguro y tranquilo a través de cosmos. 

Nunca es tarde para poder conocer a tu nave y explorar ese universo que es tu hogar. Inhóspito y hostil, puede ser, pero tu hogar al fin y al cabo.

Recordad por favor que somos humanos, que la soberbia con la que hemos tratado a la Tierra nos ha sido devuelta y que, como los buenos castigos, espero que pensemos en lo que hemos hecho y que a la vuelta, seamos mejores personas.

Al menos solo intentarlo, compañeros.

Os veo en el té de las cinco. Ayer redecoré las paredes de Caroline, mi preciosa nave. Siempre podéis pedir ayuda también, No olvideis, no sale a cuentas.

¡Lavaros las manitas!

 

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¿Ahora para qué queréis tantas cosas?

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